El alcohol probablemente causa atrofia cerebral y deterioro en la capacidad mental, pero no está claro cómo se relacionan estos dos fenómenos.
Los estudios indican que del 50 al 70 por ciento de los consumidores de alcohol tienen deterioro cognitivo en las pruebas formales, y se cree que esto se debe a la neurotoxicidad directa del etanol. Pero también es posible que otras comorbilidades relacionadas con el alcoholismo, como la deficiencia nutricional o la enfermedad hepática, también contribuyan al deterioro cognitivo.
Se sabe que la deficiencia de tiamina, que ocurre con mayor frecuencia en personas que abusan del alcohol, causa un trastorno neurológico único que puede volverse irreversible si no se aborda la deficiencia. La forma aguda de la enfermedad se llama encefalopatía de Wernicke; la forma tardía e irreversible se conoce como síndrome de Korsakoff.
También hay buena evidencia de que el consumo excesivo de alcohol se asocia con una disminución del volumen cerebral. En un estudio, las personas que reportaron haber bebido más de 14 bebidas por semana tuvieron una reducción en la proporción de volumen cerebral al tamaño del cráneo en comparación con las personas que no bebieron. Incluso los bebedores moderados parecían tener un cierto grado de contracción: el volumen del cerebro disminuyó 0,25 por ciento por cada aumento en la categoría de bebida (es decir, de los que no beben a los que beben poco, bebedores moderados a los que beben mucho, etc.).
Este estudio no exploró el funcionamiento cognitivo de los participantes, por lo que no sabemos si esta atrofia relacionada con el alcohol se asoció con una disminución de la capacidad mental. Los estudios no han demostrado un vínculo confiable entre el rendimiento cognitivo y la apariencia del cerebro en alcohólicos, pero sabemos que ambos tienden a ocurrir.