Tanto el cerebro como los testículos tienen una barrera de órganos de sangre. Del mismo modo que la barrera hematoencefálica mantiene las toxinas fuera del cerebro, presumiblemente, la barrera del testículo sanguíneo evita que las toxinas dañen la integridad del código genético utilizado para la reproducción. Además, cuando el espermatocito primario se somete a la meiosis, para formar los espermatozoides, se vuelve genéticamente diferente de las células normales del cuerpo, lo que podría causar que sea atacado por el sistema inmune. La barrera de sangre-testículo lo protege del sistema inmune. También impide que ciertas proteínas específicas para la función de los espermatozoides entren en el torrente sanguíneo, lo que también puede desencadenar una respuesta inmune.
Tanto el cerebro como los testículos pueden actuar como “sitios santuarios” para ciertos tipos de cáncer ya que muchos tipos de medicamentos de quimioterapia no pueden atravesar la barrera. Ocasionalmente, la radioterapia puede ser necesaria para esterilizar los depósitos de células cancerosas que se “ocultan” en estos órganos.