Eso es ciertamente un viejo cuento de mujeres. La única posibilidad son las actividades que también podrían dañar otros órganos y, aun así, el útero está bien protegido.
Aunque me recuerda la época en que mi suegra alemana anticuada me dijo que no dejara que mi hija pequeña se sentara en la acera, porque “hace frío y las chicas están abiertas allí”.