Una posición que he ocupado en el pasado fue la de coordinador de vacunación para una red de clínicas de salud. Yo era responsable de asegurarme de que las clínicas tuvieran suministros suficientes para satisfacer sus necesidades, y de que estaban almacenando, manejando y administrando su inventario correctamente.
Muy pocas vacunas se mantienen congeladas. La mayoría de las vacunas requieren que la refrigeración sea estable y, de hecho, pueden dañarse al congelarse.
Todos los requisitos de almacenamiento y manipulación provienen del fabricante. Cada fabricante de vacunas guarda muestras de todos los tipos y lotes de vacunas que fabrica, las almacena en un rango de temperaturas y con frecuencia analiza la actividad de la vacuna. Siempre que había alguna duda sobre la seguridad o potencia de una vacuna (por ejemplo, estaba fuera del refrigerador por un número de horas x a temperatura ambiente), llamaba al fabricante de esa vacuna y me aseguraba de que la vacuna todavía fuera utilizable.
Recibir una vacuna es una de las cosas más seguras que puede hacer: sus posibilidades de daño a causa de la vacuna son de una magnitud inferior a las posibilidades de sufrir daños al conducir o incluso caminar a la clínica. Sus posibilidades de daño de la vacuna son órdenes de magnitud inferiores a sus posibilidades de contraer y morir incluso con la enfermedad más leve que la vacuna podría haber prevenido.
