Como Ann Austin señaló, el problema clave es determinar la viabilidad. Uno podría imaginar una prueba factible que detecte el ADN o las proteínas de los patógenos bacterianos y virales más comunes. Pero esta prueba no distinguiría a los organismos muertos de los vivos y, por lo tanto, no determinaría de manera confiable la infecciosidad.
El método estándar para determinar la viabilidad es hacer crecer los microorganismos (creo que George Church ha desarrollado algunos conceptos de biosensores de cultivo de células micro que pueden hacer esto más rápidamente, pero estos métodos están lejos de estar suficientemente desarrollados para aplicaciones clínicas). Para las bacterias, esto significa inocular en medios nutritivos sólidos o líquidos. Para los virus, esto significa crecer en el cultivo celular. Ambos métodos tomarán días, y luego tendrá que hacer un trabajo adicional para identificar los organismos: no todo lo que crece será un agente infeccioso (aunque la mayoría de los virus lo harán).
Y luego está el problema de la utilidad. Si alguien tose o estornuda, tiene una buena idea de que son infecciosos y debe mantenerse alejado de ellos y lavarse las manos si ha contactado con los artículos que han manipulado. ¿Realmente pagaría decenas o cientos de dólares por una prueba que simplemente confirma esta sospecha? Y si no lo hicieras, ¿por qué alguien lo desarrollaría?
La verdadera barrera para desarrollar tal prueba no es la tecnología, sino la demanda del mercado.