Parte de la guerra contra las drogas de Ronald Reagan en 1988, justo después del escándalo de Ben Johnson.
Fue un movimiento bastante bueno desde el punto de vista político: los esteroides nunca fueron convencionales, lo hicieron parecer bien y las fuerzas del orden debieron hacer un mínimo esfuerzo para hacer cumplir.
Como los “tramposos” usaban esteroides, lo hacía verse como un buen tipo.