Solía suceder mucho antes de que se entendiera la teoría de la enfermedad de los gérmenes. Una vez que los médicos comprendieron que algunas enfermedades se pueden contagiar de persona a persona por diversos virus y bacterias, se implementaron medidas sanitarias y normativas sobre materiales biopeligrosos y las infecciones nosocomiales (las infecciones se propagaron en los hospitales) se volvieron menos frecuentes. Con el advenimiento de los antibióticos, las consecuencias se volvieron menos severas también. Trabajé en un laboratorio de investigación que trabajaba con virus vivos como el VIH y la hepatitis. Me sentí más seguro en estas condiciones porque no estaba trabajando con una persona enferma, las agujas eran menos probables y el trabajo se llevó a cabo detrás de capuchas de seguridad biológica que protegen la cara. Además, los aerosoles potencialmente contaminados serían transportados a través de respiraderos y fuera del laboratorio.
Mientras trabajaba en un hospital me sentí menos seguro, ya que estaba cerca del comienzo de la epidemia del SIDA y me cortaron accidentalmente con una aguja de un paciente. Afortunadamente, el paciente no tenía una enfermedad infecciosa. Sin embargo, sí tuve resfríos e influenza con mucha mayor frecuencia que antes.
En cuanto a las condiciones más peligrosas, tendrían que estar funcionando en primitivos laboratorios de campo en países del Tercer Mundo que están sufriendo epidemias de fiebre hemorrágica viral, como el Ébola o la fiebre de Lassa. A menudo, los suministros son inadecuados y los problemas del idioma pueden dificultar aún más la tarea, por lo que la educación en salud pública tanto para los profesionales médicos como para los posibles pacientes es crucial en los países en desarrollo.