El trastorno depresivo persistente, también llamado distimia, es una forma crónica de depresión. Puede perder interés en las actividades diarias normales, sentirse desesperado, carecer de productividad y tener una baja autoestima y una sensación general de insuficiencia. Estos sentimientos duran años y pueden interferir significativamente con sus relaciones, escuela, trabajo y actividades diarias.
A menudo se dice que la depresión es el resultado de un desequilibrio químico, pero esa forma de hablar no refleja cuán compleja es la enfermedad. La investigación sugiere que la depresión no surge simplemente de tener demasiados o muy pocos químicos cerebrales. Por el contrario, la depresión tiene muchas causas posibles, incluida la regulación defectuosa del estado de ánimo por parte del cerebro, la vulnerabilidad genética, los acontecimientos estresantes de la vida, los medicamentos y los problemas médicos. Se cree que varias de estas fuerzas interactúan para provocar la depresión.
Sin duda, los productos químicos están involucrados en este proceso, pero no es una simple cuestión de que un producto químico sea demasiado bajo y otro demasiado alto. Por el contrario, muchos químicos están involucrados, trabajando tanto dentro como fuera de las células nerviosas. Hay millones, incluso miles de millones, de reacciones químicas que conforman el sistema dinámico que es responsable de su estado de ánimo, percepciones y cómo experimenta la vida.
Con este nivel de complejidad, puede ver cómo dos personas pueden tener síntomas similares de depresión, pero el problema en el interior, y por lo tanto, qué tratamientos funcionarán mejor, puede ser completamente diferente.
Los investigadores han aprendido mucho sobre la biología de la depresión. Identificaron genes que hacen que las personas sean más vulnerables a los estados de ánimo bajos e influyen en cómo responde un individuo a la terapia con medicamentos. Algún día, estos descubrimientos deberían conducir a un mejor y más individualizado tratamiento (ver “Del laboratorio a su botiquín”), pero es probable que esté a años de distancia. Y aunque los investigadores ahora saben más que nunca sobre cómo el cerebro regula el estado de ánimo, su comprensión de la biología de la depresión está lejos de ser completa.