Hasta hace muy poco tiempo, aproximadamente 15 años atrás, el diagnóstico de apendicitis era completamente clínico, y el diagnóstico 100% objetivo siempre se eludía. La obtención de imágenes del apéndice mediante el estudio Ultra Sound (US) de la generación anterior fue engañoso y propenso a errores, especialmente si el intestino tenía gases. Y solo fue posible en un gran entorno hospitalario donde había disponibilidad de buenos servicios de imágenes 24×7.
Ahora, con toda la disponibilidad de estudios de tomografía computarizada de buena calidad, es posible hacer diagnósticos muy precisos para decidir sobre el tratamiento: cirugía o ninguna cirugía.
Es cierto, incluso mediante un estudio CECT en espiral, un pequeño porcentaje del 1-3% aún nos puede dejar con un dilema de diagnóstico. En tales casos, el beneficio de la duda va a favor de “entrar y ver en lugar de esperar y ver”, es decir, ir a la cirugía de la cadera.
Habiendo ingresado a la cavidad peritoneal laparoscópicamente, es inusual que alguno abandone la apendicectomía si la indicación para dicha laparoscopía fue (?) Apendicitis. Lo único es que si el apéndice se encuentra blanco como el lirio sin inflamación, debería preguntarse sobre el diagnóstico y el cirujano debería alertarse rápidamente para buscar otras causas de dolor abdominal en lugar de dejarse arrullar por la falsa suposición de que la apendicetomía proporcionaría el alivio requerido La experiencia del cirujano importa en tales casos.
La ventaja de la laparoscopía es que permite realizar una vuelta de diagnóstico puntual simultánea para descubrir otras causas, como un intestino perforado, generalmente duodeno, colecistitis empyematosa, diverticulitis, quiste ovárico torcido o adenometrías mesentéricas, etc.