En particular, es la sensación de “euforia” que producen los analgésicos opiáceos, que tiende a incitar a la adicción. Tenga en cuenta que hay dos formas básicas de adicción: adicción psicológica, que se basa en la cognición, y adicción física, que se basa en reacciones neuroquímicas. Todos los casos de adicción incluyen una mezcla de estas dos formas.
Los fármacos opiáceos se unen a los receptores mu-opioides en el cerebro y el sistema nervioso. Los medicamentos no opiáceos que también alivian el dolor, como los medicamentos antiinflamatorios (esteroideos o no esteroideos) o los bloqueadores de neurotransmisores (como la gabapentina) son mucho menos propensos a incitar a la adicción o la adicción grave, ya que no producen ninguna “euforia”. “como” efecto. Estos analgésicos no opiáceos no se unen a los receptores mu-opioides. Ellos alivian el dolor físicamente, al reducir la inflamación o bloquear las señales de dolor por completo a través de medios neurológico-químicos. Los analgésicos opiáceos simplemente anulan los estímulos dolorosos al provocar estímulos agradables iguales o mayores para contrarrestarlo.
Aquellos de nosotros que somos propensos a los trastornos psicológicos como la ansiedad y la depresión somos más susceptibles a la adicción a los opiáceos ya que la sensación de “euforia” producida por estos fármacos es muy, muy buena para enmascarar los síntomas. Muchas personas se vuelven adictas a los analgésicos opiáceos porque padecen enfermedades mentales y la euforia se convierte en una forma poderosa, aunque muy miope y autodestructiva, de aliviar sus síntomas.