Hasta hace poco, los científicos suponían que el olor emanaba de los aminoácidos no digeridos que bajaban por el colon. Pero estudios más recientes mostraron que estos aminoácidos no se vuelven gaseosos a temperaturas fisiológicas, y son en volúmenes demasiado pequeños como para producir risitas escatológicas. Más recientemente, se ha descubierto que el culpable es el mismo químico que huele a huevos podridos o algas marinas; azufre.
La mayoría del gas intestinal no es ofensivo; es un producto de la digestión y consiste en oxígeno, nitrógeno, dióxido de carbono, hidrógeno y metano, la misma sustancia de aire. Pero los vapores malolientes están hechos por bacterias en nuestro intestino grueso; estas bacterias dependen del azufre para apoyar su propio metabolismo. El azufre en sí está en el revestimiento del intestino o en nuestra comida. Y dado que nuestras poblaciones bacterianas internas -el microbioma- son más diversas genéticamente que nosotros, y eso puede contribuir a una mayor diversidad en la composición del gas intestinal.
Artículo completo de Andrew Porterfield: ¿De dónde viene el gas intestinal?