¿Por qué la gente come mucho después de fumar hierba?

Es uno de los efectos más conocidos de la marihuana: la poderosa oleada de apetito que muchos usuarios sienten después de fumar o ingerir la droga, coloquialmente conocida como “la mordida”.

Para los usuarios medicinales que tienen problemas para comer debido a la quimioterapia, este puede ser uno de los mayores beneficios del medicamento. Para usuarios recreativos, este beneficio también puede ser bastante agradable, si no es amable en la cintura. Pero durante años, los científicos han luchado por comprender cómo el ingrediente activo de la marihuana, el tetrahidrocannabinol, o THC, estimula el apetito.

Un nuevo estudio publicado hoy en Nature Neuroscience nos acerca un poco más a la resolución del misterio. Un equipo de neurocientíficos europeos dirigido por Giovanni Marsicano de la Universidad de Burdeos descubrió que, en ratones, el THC se adapta a los receptores en el bulbo olfatorio del cerebro, aumentando significativamente la capacidad de los animales de oler los alimentos y llevarlos a comer más. Una gran parte de la razón por la que puede comer más alimentos después de usar marihuana, indica la investigación, es simplemente que puede oler y saborear más agudamente.

Este efecto del THC tiene que ver con la razón subyacente por la cual la sustancia química afecta al cerebro humano de manera tan potente en primer lugar. Probablemente producido por la planta de marihuana como una defensa propia contra los herbívoros que podrían sentirse desorientados después de comer la planta y evitarla en el futuro, el THC se adapta a receptores que forman parte del sistema endocannabinoide natural del cerebro, que ayuda a controlar las emociones, la memoria, sensibilidad al dolor y apetito. Nuestros cerebros suelen producir sus propios productos químicos (llamados cannabinoides) que se adaptan a estos mismos receptores, por lo que al imitar su actividad, el THC puede alterar artificialmente los mismos factores de manera espectacular.

Los científicos comenzaron exponiendo ratones (cada vez más utilizados en la investigación neurocientífica debido a la sorprendente cantidad de similitudes cognitivas que comparten con los humanos) a los aceites de plátano y almendras como una prueba de sensibilidad al aroma. Cuando lo hicieron, los ratones olfatearon los aceites al principio extensamente, luego dejaron de mostrar interés en ellos, un fenómeno conocido llamado habituación olfativa. Los ratones que recibieron dosis de THC, sin embargo, siguieron olfateando, demostrando una mayor sensibilidad a los olores. Estos ratones dosificados con THC también comieron mucha más comida cuando se les dio la oportunidad, mostrando un aumento del apetito.

Los investigadores también modificaron genéticamente algunos ratones para que carezcan de un tipo de receptor cannabinoide en sus bulbos olfatorios y los sometieron al mismo experimento. Descubrieron que incluso si a estos ratones se les administraba THC, no tenía ningún efecto: todavía se habituaban al olor, lo que demostraba que los poderes estimulantes de la droga implicaban actividad en esta región del cerebro. Además, estos ratones no demostraron un aumento del apetito cuando se les administró el fármaco, lo que demuestra que el efecto “munchies” también dependía de la actividad del lóbulo olfativo.

El resultado de todo esto: si los ratones son un modelo preciso para los humanos, una de las formas en que el THC aumenta el apetito es haciéndonos más sensibles a los olores de los alimentos. Debido a que el olor y el sabor están tan estrechamente relacionados, es probable que también nos permita saborear mejor los sabores.

Este nuevo hallazgo es probablemente solo una pieza del rompecabezas de THC-y-apetito. Investigaciones previas descubrieron que la droga también actúa sobre los receptores en una región del cerebro llamada núcleo accumbens, lo que aumenta la liberación del neurotransmitterdopamina y la sensación de placer que se produce como resultado de comer en estado alto. Otro trabajo ha encontrado que el THC también interactúa con los mismos tipos de receptores en el hipotálamo, lo que lleva a la liberación de la hormona ghrelina, que estimula el hambre.

El único aspecto que une estos mecanismos dispares es que todos involucran los sistemas endocannabinoides naturales del cerebro. El THC y, por consecuencia, la marihuana, hace gran parte de su trabajo al manipular las mismas vías que utiliza el cerebro para regular normalmente los sentidos.

Pero quizás lo más interesante es que el nuevo estudio insinúa una metáfora convincente de la forma en que el THC manipula este sistema natural: imita las sensaciones que sentimos cuando nos privamos de la comida. Como prueba final, los investigadores obligaron a algunos ratones a ayunar durante 24 horas y descubrieron que esto elevaba los niveles de cannabinoides naturales en el lóbulo olfativo. Como era de esperar, estos ratones hambrientos mostraron una mayor sensibilidad al olor y comieron mucho más también.

Lo más intrigante es que los ratones modificados genéticamente con lóbulos olfativos que carecían de receptores cannabinoides no mostraron una mayor sensibilidad al aroma o apetito incluso cuando estaban hambrientos. Esto indica que tanto el THC como los cannabinoides naturales que resultan de la inanición están actuando sobre la misma vía neural que nos permite oler y degustar con mayor sensibilidad, y así comer más. En otras palabras, el THC parece darnos los bocadillos al convencer a nuestros cerebros de que nos estamos muriendo de hambre