No soy médico, pero mis padres sí. Mis hermanos y yo obtuvimos todas las vacunas infantiles estándar. Todavía recuerdo el refuerzo de polio que recibí cuando tenía 5 años porque era la vacuna oral y esperaba una inyección (muy odiada).
No recuerdo que nadie en mi familia se haya vacunado contra la gripe hasta aproximadamente el año 2000, cuando yo estaba en la escuela media. Se estableció un ritual anual. Encontraría una jeringa en el refrigerador después de llegar a casa de la escuela y, a la mañana siguiente, mi padre me tendería una emboscada durante el desayuno con la (todavía odiada) inyección. Esto continuó hasta la universidad, cuando el ataque de inyección generalmente ocurría en la mañana de Acción de Gracias. Mis vacunaciones contra el VPH, una serie de 3 con 3 meses de diferencia que surgieron cuando yo estaba en el segundo año de pregrado, fueron cronometradas con descansos escolares y muffins ingleses también.
El año en que no me fui a casa para Acción de Gracias, tuve que vacunarme contra la gripe en el centro de salud estudiantil, donde descubrí, contrariamente a la jactancia de mi padre, que es terrible para inyecciones indoloras. Y desde entonces, mis vacunas contra la gripe no han coincidido con el desayuno en casa.
Según tengo entendido, mis padres no se preocupan por los efectos secundarios de las vacunas. Les preocupa que obtenga todas las vacunas recomendadas, tal vez con algunas adicionales si viajo a un lugar remoto. Las llamadas a mamá tienen un tema sobre la vacuna contra la gripe alrededor de octubre que continúa hasta que finalmente lo logro.
PD: ¡Gracias por la madre devota!
Mi hermana es una hospitalista pediátrica y tiene una actitud completamente diferente hacia la vacunación. Esa jeringuilla nunca habría hecho que no se usara durante la noche para sus hijos. Ella requiere no solo que sus hijos estén vacunados, sino que todos los que interactúen con ellos estén vacunados. La cogí por teléfono hace unas semanas, el mismo día que ella se llevaba a mi sobrino para sus vacunas de 2 meses. El alivio en su voz era palpable. Es su trabajo cuidar a los niños que tienen tos ferina, sarampión y otras enfermedades horribles en las que los humanos ya no deberían pensar, y mucho menos ver morir a los bebés. A ella le preocupa que sus hijos los tengan, no efectos secundarios.