Primero y ante todo, la verdad. En nuestro país, la familia del paciente a menudo conspira para mantener la verdad del paciente pensando que se deprimirá o perderá la esperanza. Esta estrategia nunca funciona. Su comportamiento siempre los delata y el paciente queda en un estado de sospecha e incertidumbre que es mucho peor que saber qué está pasando. En cualquier caso, el paciente tiene derecho a saber qué está pasando y a tomar su propia decisión.
Luego, “¿cuánto tiempo tengo?” Puede que no sea posible dar una respuesta exacta, pero una respuesta aproximada satisfará al paciente y lo ayudará a planificar qué hacer con el tiempo disponible.
Luego, “¿habrá dolor?”. Es importante analizar qué problemas pueden surgir a medida que progresa el cáncer y tranquilizar al paciente sobre la posibilidad de reducir el dolor, controlar los síntomas como las náuseas, etc.
Finalmente, “¿puede alguien ayudar en alguna parte?” En este punto, la discusión pasa a los ámbitos de nuevos ensayos clínicos nuevos, medicina alternativa, etc.
Centrarse en un plan, decidir qué hacer a continuación y mantener al paciente involucrado en la toma de decisiones funciona mucho mejor que mantener al paciente en la oscuridad.