La mejor forma de adaptar el cuerpo humano es comer bien y mantenerse en forma; no de la otra manera. La mejor manera de evitar la diabetes tipo 2, por ejemplo, es ejercitar y suspender los carbohidratos.
En cuanto a usar la ciencia para modificar el cuerpo y adaptarlo a los hábitos alimenticios, además de ser una mala idea, estamos muy lejos de comprender qué se necesita y qué se puede hacer. Por ejemplo, el metabolismo energético es extremadamente complejo. Hay docenas de citocinas y hormonas que afectan directa e indirectamente el metabolismo de la glucosa solo. Existen redes similares para regular la grasa y la proteína (ambas son fuentes de energía). Las proteínas que hacen una cosa con el metabolismo de la glucosa, hacen otra cosa (no necesariamente lo opuesto) a otros sistemas. Para empeorar las cosas, los tres sistemas (glucosa, grasa y proteína) están interrelacionados. Eso es solo para reguladores basados en proteínas. Encima de eso están la saciedad y otros centros cerebrales que regulan el hambre, las emociones, etc., que desempeñan un papel en la conducta alimentaria. Conceptos similares se aplican a la modificación de otros órganos o tejidos (por ejemplo, el corazón para lípidos en enfermedades vasculares, el hígado para el consumo de alcohol, etc.).