No es posible cuantificar matemáticamente la pérdida de la función hepática con ningún grado de certeza.
El plan de tratamiento sería buscar y, de ser posible, tratar o controlar la causa de la cirrosis y, de no ser posible, prevenir el desarrollo de complicaciones. A pesar de esto, más de dos de cada tres pacientes pasarán a un estado donde el trasplante de hígado es lo único que puede salvarlos.