Hinchazón, edema, ingestión de agua excesiva o empobrecida, pérdida de apetito, llagas en la piel, ictericia, agotamiento de la masa muscular, incontinencia, líquido y neumonía en los pulmones, marcha lenta y dolorosa, letargo, depresión, demencia, coma y luego muerte.
A medida que el hígado se apaga, se liberan las toxinas almacenadas en el hígado. En este punto, si uno elige la ruta del hospicio, es decir, dejar que el perro muera de forma natural en lugar de hacerlo a través de la eutanasia, se recomienda el uso de analgésicos, algo más fuerte que la aspirina, recetada por su veterinario. Hágale saber a su veterinario que este es un perro de hospicio y que no es necesario realizar más pruebas ni prolongar la vida. Si su veterinario recomienda la eutanasia para terminar con un sufrimiento prolongado, preste atención.
Los pasos hacia la muerte no son fáciles; es tan difícil ser testigo como lo es para el perro sobrevivir. Así como el nacimiento es una emergencia violenta en el mundo, la muerte también es igual de dura. Estar preparado.