IANAD.
He visto esto suceder en tiempo real dos veces.
La primera vez, un paciente anciano murió en el consultorio médico, en medio de una visita al consultorio. Yo era un representante de drogas que llamaba a la práctica ese día. Todos (todos los empleados) estaban molestos. No es algo a lo que estaban acostumbrados. Me fui en silencio y me alegré de que no fuera el próximo paciente.
La segunda vez, un conocido fue ingresado en el hospital por un problema crónico grave de larga data y falleció. Su médico de cabecera no la trataba durante el ingreso, y no le dijeron inmediatamente que había muerto.
Vino al funeral, habló con el viudo, habló con otros pacientes (pueblo pequeño, trata a todos) y se mostró visiblemente molesto. Todos lo éramos. Ella era una ciudadana prominente y su pérdida se dejará sentir en la comunidad. Compartir estas emociones con la comunidad ayudó a reconocerlas, y luego dejarlas ir.
Historia divertida, repetida en ese funeral: cuando a la fallecida se le diagnosticó inicialmente el problema que finalmente la mató, el médico le dijo que “vaya a casa y ponga sus asuntos en orden”. Ella sobrevivió a ese doctor por 15 años.