Las hormonas generalmente no vienen en pares agonistas-antagonistas. Incluso la insulina y el glucagón solo se antagonizan entre sí de una manera superficial: es cierto que el glucagón generalmente aumenta los niveles de glucosa en sangre y la insulina los reduce, pero sus acciones directas no son para nada opuestas entre sí.
En el caso de la serotonina, opera a través de una serie de receptores distintos y ejerce una variedad de efectos. De hecho, debido a que no puede cruzar la barrera hematoencefálica, sus efectos en la periferia casi no están relacionados con sus efectos en el sistema nervioso central. Para cada efecto, probablemente haya algo que lo antagonice en cierto grado, pero el antagonismo es solo aproximado, y las sustancias que lo hacen son diferentes para cada efecto.
Para tomar un par de ejemplos:
En el torrente sanguíneo, el efecto más potente de la serotonina es la vasoconstricción, es decir, el estrechamiento de los vasos sanguíneos y, por lo tanto, el aumento de la presión arterial. Existen numerosas sustancias que tienen el efecto opuesto (vasodilatación), que incluyen epinefrina, histamina y bradiquinina.
En el sistema nervioso central, uno de los efectos de la serotonina es reducir el hambre. Hay una serie de sustancias que tienen un efecto antagónico, como la orexina y la grelina.
