Es posible que las etiquetas y la consideración afecten nuestra forma de pensar, sentir, actuar y cómo funciona nuestro cuerpo.
Un diagnóstico no tiene que ser preciso o inexacto para afectar la forma en que experimentamos la vida, o cualquier dificultad preexistente (o la falta de ella). Esto no es exclusivo de la psiquiatría, tampoco. El grado en que una persona puede experimentar resultados negativos a partir de un diagnóstico que puede simular el diagnóstico variará según las condiciones y las etiquetas, así como las situaciones y los contextos personales.
Para algo como la depresión o la ansiedad, es un camino bastante directo desde “Creemos que tu mierda está jodida” hasta “Creo que mi mierda está jodida”. La forma en que los psiquiatras y la cultura dominante a menudo conceptualizan estos problemas puede tener un efecto potente y potencialmente nocivo sobre cómo nos sentimos acerca de nosotros mismos y nuestro lugar en la sociedad.
Decirle a alguien que está ansioso o deprimido seguramente puede hacer que se sienta ansioso o deprimido. Repetida y sistemáticamente tratar de convencerlos de su propia ansiedad o depresión a través de etiquetas y pronósticos y amenazas no es una influencia benigna, y cae en categorías más amplias de estímulos que pueden provocar ansiedad o depresión nuevas o que empeoran.
Una sugerencia simple es menos influyente que un diagnóstico formal, y menos influyente que la consideración profesional en curso, pero puede ser suficiente para algunas personas, dependiendo de sus circunstancias. Este tipo de ideas no operan aisladas de toda una vida de experiencias y otro contexto, y el “trastorno depresivo mayor” más a menudo proviene de ambientes y percepciones que algún tipo de factor independiente.