¿Podemos avanzar más rápido contra el cáncer cambiando la forma en que se desarrollan las drogas?

En el sistema actual, si un compuesto prometedor no puede ser patentado, es muy poco probable que llegue al mercado, sin importar qué tan bien funcione en el laboratorio. El desarrollo de nuevos medicamentos contra el cáncer queda paralizado como resultado.

La razón de este problema es que llevar un nuevo medicamento al mercado es extremadamente costoso. En 2001, el costo estimado fue de $ 802 millones; hoy es aproximadamente $ 1 mil millones. Para asegurar un rendimiento saludable de estas inversiones asombrosas, las compañías farmacéuticas buscan formular nuevos medicamentos de manera que garanticen patentes estancas. Mientras tanto, los pacientes con cáncer se pierden tratamientos que pueden ser altamente efectivos y menos costosos.

En 2004, los investigadores de Johns Hopkins descubrieron que un compuesto listo para usar llamado 3-bromopiruvato podría detener el crecimiento de cáncer de hígado en ratas. Los resultados fueron dramáticos; además, los investigadores estimaron que el costo para tratar a los pacientes sería de alrededor de 70 centavos por día. Sin embargo, tres años después, ninguna compañía farmacéutica importante ha mostrado interés en desarrollar este medicamento para uso humano.

A principios de este año, investigadores de la Universidad de Alberta descubrieron otro químico industrial fácilmente disponible, el dicloroacetato, para reducir los tumores en animales de laboratorio hasta en un 75 por ciento. Sin embargo, como se explica en un comunicado de prensa de la universidad, el dicloroacetato no es patentable, y al investigador principal le preocupa que pueda ser difícil encontrar fondos de inversores privados para probar el químico. Entonces, la universidad está solicitando donaciones públicas para financiar un ensayo clínico.

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La hormona melatonina, que se vende como un complemento alimenticio de bajo costo en los Estados Unidos, ha demostrado repetidamente que disminuye el crecimiento de varios cánceres cuando se usa junto con tratamientos convencionales. Paolo Lissoni, un oncólogo italiano, ayudó a escribir más de 100 artículos sobre esta hormona y realizó numerosos ensayos clínicos. Pero cuando lo visité en su hospital en Monza en 2003, estaba sumido en una profunda desesperación por la total falta de interés de la industria farmacéutica en su enfoque de tratamiento. No ha publicado nada sobre el tema desde entonces.

Los posibles medicamentos contra el cáncer deben juzgarse por su mérito científico, no por su patentabilidad. Una solución podría ser que el gobierno amplíe el programa de “medicamentos huérfanos” de la Administración de Alimentos y Medicamentos, que subsidia el desarrollo de medicamentos para enfermedades raras. La definición de medicamento huérfano podría ampliarse para incluir agentes no patentables que las compañías farmacéuticas desprecian como no rentables.