Aunque hay señales de que el gobierno puede estar moviéndose en esta dirección, sería alarmista sugerir que la privatización total es probable o un objetivo a largo plazo. La coalición carece del mandato para un cambio tan masivo, e incluso si se presentara un proyecto de ley que intentara hacer esto, casi con certeza llevaría al gobierno a colapsar y ser destruido en las elecciones subsiguientes.
La sabiduría convencional es que una vez que se ha introducido un beneficio significativo, es virtualmente imposible retirarlo, ya que inevitablemente crea un grupo de beneficarios que lo defenderán vociferentemente.
Una vez establecidos, los partidos que se opusieron a la institución de un beneficio particular en primera instancia lo defenderán como si fuera de alguna manera su propia política cuando se propone un beneficio adicional, un buen ejemplo es la oposición republicana a la reforma sanitaria en 2010 en el argumento de que debilitaría a Medicare, una política a la que se opusieron fuertemente cuando se propuso en los años 90.
El NHS es tan beneficioso para casi todo el electorado que es imposible imaginar un escenario en el que un partido que apoyó su privatización esté a punto de formar un gobierno, y menos aún de pasar la factura.