Hay un químico cerebral que todos llamamos pirógeno endógeno. Restablece nuestro “termostato” hipotalámico. Cuando las toxinas bacterianas estimulan una respuesta inmune, la respuesta es más efectiva a una temperatura más alta, por lo que se libera pirógeno endógeno y aumenta la fiebre.
La aspirina y el Tylenol reinician el termostato y se llaman antipiréticos.