Mi teléfono, mi computadora portátil y mi intelecto.
Mi trabajo implica coordinar la atención para los pacientes que viven dentro de las cinco instalaciones de vida asistida que administro.
No puedo escribir recetas, y la atención clínica que puedo proporcionar está restringida por un ámbito de práctica muy limitado.
Sin embargo, puedo abogar por mis pacientes. Llame a los proveedores para reportar signos y síntomas, y para solicitar tratamiento para sus dolencias. Puedo llamar a sus familias cuando están enfermos, o simplemente me siento solo. Puedo conseguir el equipo que ni siquiera sabían que existía, para facilitar las cosas. Puedo enviar un fax a la farmacia para reabastecer sus medicamentos. Puedo contactar a su trabajador social para obtener atención adicional y servicios cubiertos por su seguro.
Si bien no puedo hacer cosas tan magníficas como otras que respondieron, puedo hacer una gran diferencia en las vidas de las personas que quiero.