Usted pidió “debería” que tal orden sea válida bajo esas circunstancias. Recientemente me enfrenté a esta elección. Mi madre (de 86 años) había firmado una directiva anticipada de salud que decía que no quería que la mantuvieran viva por medios artificiales. Según entiendo, no es exactamente lo mismo que un DNR, que no incluye resucitación por insuficiencia cardíaca ni uso de tubos de alimentación.
Mi madre tenía la enfermedad de Alzheimer, una condición debilitante implacable que hace que el cerebro se olvide gradualmente de todo, con el tiempo incluye acciones tan básicas como masticar y tragar. Tenía una infección crónica del tracto urinario que era obstinadamente resistente a los antibióticos. El uso de antibióticos intravenosos más fuertes probablemente la hubiera matado en su estado debilitado, por lo que se descartó.
Había llegado al punto de lo que se conoce como “falta de crecimiento”. En otras palabras, no respondía a nada, se negaba a comer y no podía tragar cuando se le ofrecían líquidos. Como su hijo, tuve la oportunidad de firmar un DNR completo, no hay esfuerzos para resucitar en absoluto.
Su situación era patética. Toda ella se había ido excepto por el frágil cuerpo que luchaba débilmente. Fue la decisión más difícil pero también la más amable que haya tomado cuando firmé ese pedido. Creo firmemente que las órdenes anticipadas deben seguirse escritas en la medida en que lo permitan el sentido común y la decencia, pero sé que los miembros de la familia tienen derecho a alterar esas órdenes y que deben hacerlo con buena conciencia cuando la situación esté fuera de control y el el paciente está sufriendo innecesariamente.