La placenta es en realidad el órgano del bebé, no de la madre; se adhiere a la pared uterina y toma nutrientes de la sangre de la madre, pero su ADN es del bebé. Si alguien sentía algo, sería el bebé.
Afortunadamente, ni el bebé ni la madre tienen conexiones nerviosas que entren en la placenta, por lo que ninguno de los dos siente nada cuando se corta el cordón.