En desacuerdo con todos los demás, sí ; son blancos. Es decir, son blancos del mismo modo que el vino blanco es blanco; blanquecino en color.
Si tomas sangre humana, la colocas en un tubo de vidrio y la dejas sin tocar, ocurren varias cosas muy específicas. Primero, los glóbulos rojos se hunden hasta el fondo. No se equivoquen, los glóbulos rojos están llenos de hemoglobina y son muy rojos.
Encima de los glóbulos rojos tienes un líquido acuoso de color pajizo, que es plasma. Y entre los dos, acostado ligeramente sobre la superficie de los glóbulos rojos, está el pelaje de Buffy, que es una capa delgada de células blanquecinas o blanquecinas, que es donde se encuentran los glóbulos blancos y las plaquetas.
La capa leucocítica es como se ven una gran cantidad de glóbulos blancos cuando están todos juntos.
En personas con cantidades patológicamente grandes de glóbulos blancos, la capa leucocítica es una capa mucho más gruesa. Esta capa blanca da lugar al nombre médico “blancura de sangre”, que se traduce como leucemia en griego.
Bajo el microscopio, donde la luz es intensa y se usan manchas, todo se ve diferente en color de todos modos. Los glóbulos blancos no teñidos son incoloros; por convención, los manchamos con dos tinciones llamadas hematoxilina y eosina. Sus diversas afinidades con estas manchas nos permiten diferenciar los glóbulos blancos entre sí. Por ejemplo, el eosinófilo toma ávidamente el eosín rosado.