Cortarse a sí mismo, especialmente cuando es joven, y cuando no se ha convertido en un “hábito” arraigado en la edad adulta, no es en sí mismo una “enfermedad” mental, sino que es un síntoma de estrés y angustia.
Cuando somos muy pequeños (bebé), y nuestras mentes se desarrollan, generalmente estamos ‘asimilando’ aspectos importantes de nuestro mundo, un poco como memorizar, pero más dinámicos que eso; porque asimilamos no solo las imágenes de nuestra madre (utilizo a la madre para representar todas nuestras relaciones esenciales), sino también la forma en que ella es, la manera en que nos cuida, su estado de ánimo y su personalidad. Este proceso de ‘aceptación’ se llama ‘introyección’, y lo que se toma se denomina ‘objeto interno’. (La palabra ‘objeto’ se elige para contrastar con ‘sujeto’, que sería usted).
Una cualidad importante de cualquier ‘objeto’, interno o externo, es cómo él / ella recibe nuestras comunicaciones emocionales – en pocas palabras, cómo nuestra madre reacciona a nuestra ira, nuestros gestos amorosos, nuestra angustia, nuestra felicidad. Su receptividad también se introyecta y forma parte del objeto interno que la representa. Entonces, el mundo está lleno de “objetos externos” (incluidas las personas que conocemos), pero nuestra mente también se llena de nuestros “objetos internos”, que hemos creado a través de la introyección, y que con suerte comparten algunas de las cualidades de los originales externos. .
Con este rico paisaje interior, nos disponemos a explorar el mundo externo, y nuestras experiencias estimularán diversas emociones, con suerte algunas más fuertes. Las emociones positivas (amor, gratitud) tienden a “cuidarse a sí mismas”. Las fuertes emociones negativas son más pruebas, psicológicamente hablando. Es esencial que tengamos esto, porque sin ellos no podríamos entender nuestras experiencias, lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Sin embargo, nos causan problemas porque no tenemos experiencia, y no podemos estar seguros de cuán destructivos son nuestros sentimientos en términos reales. Si deseamos a alguien muerto en un ataque de rabia o una rabieta, ¿qué le sucede a esa persona?
Sin embargo, estas emociones suceden dentro de nosotros; son esenciales porque nos informan sobre lo que nos está sucediendo, a través de los sentimientos que encarnan, y luego podemos elegir cómo o si actuar; o, como muy a menudo se requiere, podemos “expresar” nuestros sentimientos a una persona externa, lo que comunica lo que necesitamos que entiendan: “Me gusta eso, continúa; No me gusta eso; para”.
Este último aspecto, la “expresión” de nuestros sentimientos negativos, es un elemento crucial en las conductas autodestructivas. Cuando éramos bebés, antes de poder hablar, aprendemos a expresar nuestros sentimientos para movilizar a nuestra madre: lloramos, gritamos, apartamos la cuchara, lo que sea. La respuesta de nuestra madre es importante desde el punto de vista psicológico, porque su forma de ser está siendo introyectada y se está convirtiendo en parte de nuestro mundo interno, nuestro conocimiento y nuestras expectativas. Si por diversas razones nos inhibimos y sentimos que no podemos expresar nuestros sentimientos negativos, por ejemplo, debido a la ansiedad acerca de cómo podrían dañar a quienes amamos, entonces esos sentimientos no pueden simplemente ignorarse; encontrarán otro objetivo. Para controlar el daño que tememos que le harán a los demás, los dirigimos contra nosotros mismos. Podemos cortarnos o atacarnos a nosotros mismos, física o mentalmente o ambos.
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Desafortunadamente, a menudo sucede que crecemos no del todo seguros acerca de lo dañinos que son nuestros sentimientos negativos. Esto puede ser por una variedad de razones, pero no muy realistas, ya que, después de todo, éramos pequeños. La mayoría de las personas que viven en sociedades modernas tienen algunos problemas con esto, que van desde muy leves a muy graves.
Nada de esto suele ser consciente; después de todo, “no expresarnos” significa incluso que no escuchamos la queja. Simplemente nos sentimos mal. De todos modos, cuando cortamos, experimentamos alivio porque la ira o el sentimiento negativo se “expresa” físicamente, pero también porque no daña de inmediato a los que amamos (aunque puede que si lo saben, hay una tensión entre el deseo que ‘madre’ sepa, y el deseo contrario).
Visto de esta manera, cortar no es una enfermedad mental, sino una alternativa menos que ideal para la autoexpresión. Los diversos aspectos fisiológicos (endorfinas, etc.) también están activos. Muchos otros factores psicológicos pueden entrar en juego, por lo que es útil contar con algún aporte terapéutico, y tal vez se indique la terapia familiar siempre que sea posible, ya que la comunicación de la angustia es un elemento tan importante.