Algunos no, la mayoría lo hace, al menos, hasta cierto punto.
Rezar oraciones, cantar himnos, escuchar historias bíblicas o estudiar debates puede ser muy reconfortante si la persona tiene un historial de tales actividades, pero, una vez en el punto donde el razonamiento real necesita producirse, para algo como la “fe”, para ejemplo: ese tipo de razonamiento puede estar más allá del cerebro dañado. No significa que la persona se vuelva atea, sino que el cerebro de la persona está tan dañado por el proceso de la enfermedad, que no puede razonar lo suficientemente competente como para ‘pensar’ sobre el concepto de fe.
Por lo general, sin embargo, si las actividades espirituales fueron placenteras durante su vida, siguen siendo placenteras a pesar de la incapacidad de participar activa y racionalmente en la actividad.