Si crees que la tasa aparente es alta ahora, espera hasta que la ciencia alcance a la sociedad. Espere hasta que los autistas finalmente sean adoptados por una sociedad que nunca se ha interesado demasiado por sus problemas y los ha castigado con bastante crueldad por no conformarse.
Millones de adultos que han quedado a la deriva en esta vida, inseguros de cómo hacer frente a un mundo en el que otros no les gustan o no los comprenden, ya no tendrán miedo de dar un paso al frente y reconocer que son diferentes desde el punto de vista del desarrollo, porque esta diferencia no seguir siendo punible con el ridículo, el ostracismo y el subempleo.
Los millones de mujeres y niñas autistas que nunca han sido reconocidas o reciben ningún tipo de apoyo parecerán aparecer de la nada una vez que aprendamos cómo identificarlas. Llegará el día en que sus diferencias ya no traerán maltrato y vergüenza.
La educación pública será el campo de pruebas. En la medida en que integramos a niños autistas, enseñemos a sus compañeros a ser respetuosos con todos los demás y les proporcionemos la misma oportunidad de aprender y ser mentores, progresaremos hacia una cultura más tolerante e informada.
Las diferencias estructurales y funcionales de las mentes autistas algún día serán cuantificables y ya no será posible minimizar las diferencias o atribuirlas a un coeficiente de inteligencia bajo, enfermedad mental, entorno familiar o carácter deficiente.
Las personas autistas probablemente siempre han existido y han sido ignoradas o maltratadas. Pero el futuro favorece los derechos individuales, y el futuro implicará más respeto y apoyo para las personas neurodiversas. Porque hay muchos de ellos, más de lo que la comunidad neurotípica puede imaginar.