Los antibióticos nunca van a desaparecer, ni deberían hacerlo. Lo que cambiará es la forma en que se usan los antibióticos. El paradigma de los últimos 70 años ha sido que un médico prescribe un antibiótico basado únicamente en los síntomas clínicos del paciente y la historia reciente de éxito de un antibiótico dado en el tratamiento de pacientes con esos síntomas. No se realizan pruebas microbiológicas. Este sistema ha sido enormemente exitoso, y los médicos son naturalmente reacios a cambiar algo que funciona tan bien. Este paradigma funcionó porque la gran mayoría (> 95%) de las infecciones eran susceptibles a un conjunto estándar de antibióticos, y cuando los niveles de resistencia aumentaban, la industria farmacéutica estaba lista con un reemplazo.
La mayoría de las infecciones aún se pueden tratar con este paradigma. Pero las tasas de resistencia para muchas enfermedades son del 10-50%, en lugar del 5%. Aun así, la mayoría de las infecciones no son inmediatamente mortales, y los médicos pueden superarlas cambiando las prescripciones de antibióticos hasta que encuentren una que sea efectiva. El paciente mejora (generalmente), pero la resistencia a los antibióticos se extiende un poco más a lo largo de la población, creando un círculo vicioso que aumenta dinámicamente las tasas de resistencia al conducir.
Idealmente, la enfermedad infecciosa bacteriana se convertiría en la próxima área de la medicina personalizada. Casi todas las cepas de bacterias son susceptibles a al menos un antibiótico clínicamente apropiado. La dificultad está en determinar cuál. Nuestro método actual es de prueba y error. Pero existen tecnologías que pueden determinar la resistencia y la susceptibilidad. Cuestan entre $ 50 y $ 100 y demoran unas horas en devolver los resultados. En general, no estamos dispuestos a pagar este precio ni a esperar los resultados. Si estuviéramos – es decir, si estuviéramos dispuestos a gastar el mismo tipo de dinero en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades infecciosas que hacemos para el cáncer – entonces podríamos tratar a los pacientes de manera mucho más efectiva, y suprimir la propagación de cepas resistentes.
Entonces, existen otros enfoques, como el tratamiento de fagos, que tienen el potencial de ser efectivos. Pero los incentivos económicos para desarrollar tratamientos con fagos, o nuevas clases de antibióticos, en realidad no son suficientes para impulsar su desarrollo. Hasta que la sociedad comience a valorar más el tratamiento antimicrobiano efectivo, tendremos que lidiar con el uso del conjunto actual de antibióticos y el método de prueba y error para encontrar cuál es efectivo para un paciente determinado.