El alcohol tiene un efecto negativo en el sistema inmune. Entonces, desde la perspectiva del virus, el alcohol es muy útil. Desde la perspectiva de quien sufre, no tanto.
De acuerdo con los NIH:
Algunos expertos sospechan que el alcohol ejerce un efecto “allornone” sobre la respuesta inmune, es decir, la presencia o ausencia de alcohol, en lugar de su cantidad, dicta la respuesta inmune (McGill et al., 1995, Messingham et al., 2002). Otros investigadores creen que las bajas dosis de alcohol -la cantidad equivalente a un vaso de vino- pueden conferir beneficios para la salud, incluida la protección contra el daño cardiovascular (Holman et al., 1996) y el sistema inmunitario (Mendenhall et al., 1997). Tales beneficios, si están presentes, pueden ser atribuibles a antioxidantes en bebidas alcohólicas como el vino tinto. En cualquier caso, los expertos en salud están de acuerdo en que los efectos beneficiosos de los antioxidantes en algunas bebidas alcohólicas se pierden si el nivel de consumo de alcohol es elevado (Hanna et al., 1992).
Existen varios mecanismos por los cuales el alcohol impide la función inmune. En primer lugar, el alcohol afecta la capacidad de los glóbulos blancos conocidos como neutrófilos para migrar a sitios de lesión e infección, un proceso llamado quimiotaxis (Bautista 2001). (Vea la barra lateral para una descripción general de cómo funciona el sistema inmune) Además, elimina los glóbulos blancos que combaten gérmenes (macrófagos) y las proteínas que actúan como mensajeros entre las células inmunes (citoquinas) de un animal que no ha recibido alcohol y cultivo en presencia de alcohol, o aislar estas células de humanos o animales después de la administración de alcohol, se ha demostrado que alteran la producción de estos macrófagos y citoquinas (Deaciuc 1997, Szabo 1998, Szabo 1999). Influencia del alcohol y el género en la respuesta inmune