Mi padre lo tenía. Sabíamos que había algo mal cuando dejó de hablar como lo hacía normalmente. Papá hablaba mucho y, una noche después de la cena, mi madre y yo nos dimos cuenta de que papá no había tenido mucho que decir durante los días previos. Luego, un par de días después de eso, mi padre (que era agricultor) se perdió mientras araba un campo. Era un campo que había arado cientos de veces, pero se perdió en ese campo, dando vueltas en círculos, sin saber dónde estaba ni cómo volver a casa. Al día siguiente lo llevamos con su PCP, quien ordenó una resonancia magnética inmediatamente. El radiólogo que leyó los resultados de la resonancia magnética fue un amigo cercano de papá. Cuando salió de su oficina para hablar con nosotros, podía decirse por la expresión de su rostro que realmente eran malas noticias, y así fue. No podría haber sido peor. Papá fue diagnosticado con Glioblastoma Multiforme en Fase 4 a principios de mayo; murió el 14 de diciembre, el mismo año.
Por cierto, en lo que respecta a mi padre no habla, descubrimos más tarde que no pudo encontrar las palabras para decir lo que estaba pensando. Sabía lo que quería decir, pero no podía formar las palabras para decirlo directamente. Hubo más y más síntomas a medida que la enfermedad progresaba, pero esos fueron los primeros que notamos.