Yo diría que las personas fallecidas son mucho menos propensas a ser contagiosas que las personas vivas. Temperaturas bajas, sin pulmones para expulsar aire y virus, la sangre se coagula, por lo que un cuerpo fallecido no es un buen hospedador para las bacterias, virus que molestan a las personas.
El ébola fue una excepción y las ceremonias funerarias contribuyeron a la transmisión.