El efecto principal de la fiebre es hacer que los tejidos del cuerpo sean un ambiente inhóspito para los microorganismos invasores; en otras palabras, para cocinar los gérmenes hasta la muerte. Esa idea está respaldada por el hecho de que las bacterias simbióticas que normalmente habitan en nuestros cuerpos sanos pueden sobrevivir a temperaturas más altas que la mayoría de los organismos causantes de enfermedades.
En cuanto al ángulo de autosacrificio, recuerdo leer en los años 70 o 80 que algunos biólogos evolucionistas sospechaban que una fiebre fatal podría ser la forma en que la evolución elimina a los individuos más susceptibles a las enfermedades que causan fiebre en el acervo genético de esa especie, mejorando así la resistencia de esa especie a la enfermedad como un todo a expensas de unas pocas personas, pero esa idea ha quedado obsoleta. Si fuera cierto, las fiebres aumentarían más rápidamente como regla.