No me gustaría comentar por qué alguien desconfía de otra persona. Lo que vale la pena señalar es que el proceso utilizado a principios de la década de 1990 por la Secretaria Clinton fue uno en el que no hubo un debate público o un proceso prolongado de solicitud de opinión pública antes de comenzar el largo proceso de elaboración de la legislación.
Cada vez que alguien quiere abogar por una iniciativa, ya sea asistencia médica universal, legislación integral de servicios financieros o regulaciones ambientales, es más probable que logre una amplia aceptación pública si todos sienten que tienen voz y que el proceso de investigación es real, a diferencia de un proceso simulado.
Tanto en 1993 como de nuevo con la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio, los demócratas operaron con un proceso muy cerrado en el que los que no estaban de acuerdo simplemente fueron excluidos. Aquellos que presiden ese tipo de procesos perderán la confianza del público en todo momento.
Es frustrante y requiere mucha paciencia pasar por un proceso de evaluación y comentarios públicos que recibe la más amplia gama de comentarios, incluidos los puntos de vista de la oposición, pero es la única forma en que la legislación tiene posibilidades de éxito.
No pretendo ser un experto en las fuentes de la desconfianza, pero creo que los procesos utilizados en ambos casos fueron innecesariamente confrontativos y excluyentes.
