No siempre ha sido así. Érase una vez, los cerebros humanos no tenían que procesar la misma cantidad de información y no tenían tantas distracciones como lo hacen hoy en día. Hace menos de dos décadas, antes de que los teléfonos inteligentes y antes de que Internet estuviera disponible para las masas, la gente básicamente recibía su información diaria y entretenimiento de los periódicos y la televisión, y algunas veces libros y revistas. ¿Querías aprender más sobre algo vagamente científico o sobre un evento que sucedió en el pasado? Debes programar una visita a la biblioteca, y en algunos casos, a una biblioteca universitaria especializada, y pasar varias horas o incluso días revisando varios tipos de documentos para encontrar la información que estás buscando. Cuando estabas aburrido, lees un libro o juegas un videojuego. Y pasaste varios minutos o incluso horas haciendo la misma actividad porque no había otras cosas a mano esperando para llamar tu atención.
Hoy en día, nuestros cerebros siempre están buscando la próxima “nueva cosa brillante”, porque siempre está disponible para ellos, especialmente a través de Internet. Rápidamente nos aburrimos con lo que sea que estemos haciendo y perdamos el foco porque sabemos que hay algo más “más interesante” esperándonos en alguna parte. El problema es que todas estas cosas nuevas y brillantes que siguen surgiendo nos distraen de las cosas que son importantes (pero que no son tan “interesantes” y “brillantes”) y que deberíamos centrarnos en su lugar.