Cuando al cuerpo humano se le presenta la muerte por inanición, se producen varios cambios metabólicos que ayudan a conservar calorías y a controlar la velocidad a la que su cuerpo descompone las reservas de grasa críticas, las proteínas y libera hormonas. Esos cambios resultan en un cambio importante en la forma en que su cuerpo asigna los electrolitos y controla el flujo de agua. Sin entrar en detalles, el control fisiológico de electrolitos y fluidos es crítico para la supervivencia de momento a momento .
Cuando comienza a alimentar a una persona que ha sufrido de inanición clínica, los cambios electrolíticos ocurren casi de inmediato. En cuestión de minutos, el perfil metabólico de su hígado e intestinos superiores cambia y la insulina comienza a liberarse. Eso es seguido por cambios rápidos en el perfil de metabolismo de todo tu cuerpo. Es absolutamente crítico que se proporcionen las cantidades adecuadas y los alimentos adecuados, ya que de lo contrario podría producirse un síndrome de reemisión .
Si bien la característica distintiva del síndrome de recaída es la hipofosfatemia, prácticamente todos los electrolitos y la mayoría de las vías metabólicas se ven afectados, por lo que es una situación muy compleja. La muerte puede ocurrir rápidamente por colapso neurológico, colapso respiratorio, arritmias fatales y shock. En el mejor de los casos, la persona probablemente sufrirá un malestar gastrointestinal extremo de un tipo que una víctima de inanición comparó con el disparo.
En el hospital, una persona con sospecha de malnutrición severa realizará análisis de sangre con frecuencia para controlar los electrolitos y se le puede alimentar con una combinación nutricional personalizada llamada nutrición parenteral total (TPN) que se infundirá en la sangre evitando completamente el tracto digestivo.
Sin embargo, obviamente no es una opción en el campo. A los británicos se les ocurrió el llamado protocolo NICE que exige la administración de timina y una multivitamina equilibrada con pequeñas cantidades de líquido antes de la alimentación. La alimentación comienza con un máximo del 50% de las necesidades calóricas mínimas de la víctima con la hidratación mínima requerida. La víctima es monitoreada de cerca a medida que la ingesta calórica y la hidratación avanzan a niveles normales en el transcurso de 4 a 7 días.