Porque:
- no hay evidencia científica de que el estadounidense promedio los necesite (personas que no los llevan a vivir tan bien como aquellos que lo hacen)
- no hay ninguna regulación que nos garantice que una píldora tiene lo que la botella dice que tiene (y cuando en realidad se prueba, a menudo tiene poco o nada)
- sus ventas dependen enteramente de la fe y la esperanza: publicidad, los avales de figuras públicas y doctores de medios, y “expertos” en batas blancas (que invariablemente obtienen un porcentaje de las ventas)
Uno de los muchos buenos libros sobre este tema es “Causas naturales: muerte, mentiras y política en la industria de suplementos herbales y vitamínicos de los Estados Unidos” por Dan Hurley.
No soy de esos que piensan que todas las medicinas deberían ser píldoras recetadas por doctores. Una sorprendente proporción de las medicinas modernas se inspiró en el conocimiento popular sobre los ingredientes naturales.
Pero eso es algo muy diferente de la industria actual de suplementos de mil millones de dólares. Es todo un gran negocio, totalmente impulsado por el dinero, y aprovechando las esperanzas y creencias naturales de las personas.
Lo siento.