Primero, se quema la glucosa que se almacenó como glucógeno. Solo cuando eso se acerca al agotamiento uno comienza a quemar grasa significativa. Durante la transición, el músculo se canibaliza para que los aminoácidos sinteticen más glucosa.
La mitad de los aminoácidos de la proteína digerida se convierte en glucosa en el primer paso a través del hígado. Esa glucosa ayuda a retrasar el canibalismo muscular pero también retrasa la quema de grasa. La otra mitad se convierte en músculo porque no hay otro lugar para almacenarla. Dicho esto, es probable que el músculo se canibalice con glucosa antes de la próxima comida.
Debido a ese resultado mixto, las proteínas consumidas antes o durante el ejercicio proporcionan pocos beneficios. No se ha demostrado que la proteína post entrenamiento mejore la recuperación muscular, pero atenúa la acumulación de daño al hueso y al tejido conectivo que de lo contrario resulta de entrenamientos frecuentes.
La forma de quemar grasa almacenada es dejar de consumir azúcar y almidón. Después de que uno cambia a la quema de grasa, el músculo no será canibalizado por la glucosa. Hasta 20 gramos de suero de leche a la vez no sobrecargarán la capacidad del intestino delgado para digerir la proteína y los 10 gramos resultantes de glucosa no serán suficientes para inhibir la quema de grasa.